BASÁNDOME EN UN ARTÍCULO DE ECK (2014), en el que se entrevistan a 26 hombres blancos solteros y divorciados heterosexuales, hablaré sobre cómo se da testimonio acerca de la masculinidad en Occidente y de cómo viven estas personas su identidad masculina. En dicho artículo, la mayoría afirma que en sus 20 veían como normal ser más promiscuos, y, a partir de los 35, dan un giro hacia temas más significativos para ellos. Veamos cómo evoluciona la masculinidad a lo largo de la etapa adulta.
Apunte inicial
Para empezar, habría que puntualizar que los participantes de este estudio no son 100 % solteros, sino que se ha tomado también a hombres divorciados. Es un dato relevante porque es muy frecuente que en los estudios comparativos entre solteros y casados se considere la categoría «soltero» como un cajón de sastre donde meten también a las personas divorciadas y viudas (con vivencias y sentimientos de frustración totalmente distintos). Por eso tantos de estos estudios llegan a la conclusión de que es más saludable y se es más feliz cuando se está casado, cuando, en realidad, las personas solteras solemos tener más felicidad que el resto (DePaulo, 2006).
Las dos fases: de picaflor a padre de familia
En esto de la masculinidad adulta, se ha visto en varios estudios que ha habido dos fases durante gran parte del siglo xx: la fase 1, la fase donde está socialmente aceptado tener aversión al compromiso, hacerlo con todas y ser el ligón popular (White, 1992; Kimmel, 2008). Luego vendrá la fase 2, donde se supone que el hombre debe sentar cabeza, madurar, tener un empleo estable y centrarse en tener su mujer y cuidar de su familia (te recuerdo que en esta entrada hablo en todo momento de hombres blancos y heterosexuales; los que tienen, en cierto modo, mayores privilegios y poder en Occidente. El grupo de hombres homosexuales y los de raza negra tienen otros estigmas sociales causados por el estereotipo de gente promiscua) (White 1992; Ehrenreich 1987).
Pero estas dos fases no están tan claras ni delimitadas en la actualidad, ya que muchos hombres permanecen al margen de la institución del matrimonio cuando sobrepasan los 30 y 40 años. Por eso la autora del estudio se plantea la siguiente pregunta: si al ser tradicionalmente el hombre casado (de más de 35 años) el que logra alcanzar la fase 2 de su masculinidad, ¿cómo alcanza el hombre soltero contemporáneo de esa misma edad una identidad masculina heterosexual entonces? Las entrevistas se centraron en las relaciones con las mujeres.
Tradicionalmente, como hemos visto, se ha asociado el hecho de ser soltero con la promiscuidad y tener cuantas más parejas mejor, pero el hombre soltero de mediana edad comprende que tiene que mostrar tener madurez, ser fiable y responsable. Por lo tanto, se encuentran ante el dilema de no poder tener el estilo de vida de la fase 1 y pretender tener la madurez de la fase 2 a la vez.
Reconciliarse con el ideal de masculinidad
Como indica ese ideal, todo hombre acaba en cierto modo en la fase 2, todo el mundo acaba teniendo cierto grado de madurez. Por eso, los hombres entrevistados afirman que siguen teniendo deseo sexual, pero que este está restringido y es más sereno. En cierto modo, su imagen de hombre debe estar en consonancia con lo que dicta la cultura —en este caso la occidental—. Es una manera de evitar la disonancia cognitiva (Festinger, 1957) (o generar una creencia que alivie una contradicción entre otras creencias para evitar un malestar mental).
El hecho de que estos hombres no tengan mujer hace que estos necesiten repetirse constantemente esta narrativa de que ser un hombre es ser maduro y no un crío que solo busca el placer y la gratificación instantánea. Es decir, madurar está más relacionado en buscar la calidad y saber apreciarla, y no estar aún marcando «muescas en el revolver» (cantidad).
¿Por qué esto es así?
Porque el hombre blanco soltero tiene algunos complejos respecto a su condición, debido a que existe una ideología del matrimonio o matrimanía, que presupone que todo el mundo desea alcanzar esa posición «privilegiada» de estar casado, con lo que esta corresponde al ideal de felicidad que nos venden día tras día los medios de comunicación (¡ay, cuanto daño han hecho Disney, la publicidad y Hollywood!). Se asocia el matrimonio a lo normal, lo saludable, lo legal… ¡y lo legítimo! (DePaulo, 2006; DePaulo y Morris, 2005).
Por otro lado, desde finales del siglo xx, ir detrás de las chicas jóvenes está visto como algo inmaduro (Zilbergeld, 1999). Es como si no se siguiera atrapado en la etapa juvenil, o síndrome de Peter Pan (Kiley, 1983). (Pero no se trata de un trastorno mental al no estar recogido en ningún manual de diagóstico).
Las entrevistas
En la mayoría de los casos, los hombres entrevistados se distancian de la imagen de seductor que necesita demostrar su virilidad siendo promiscuo, sino que se definen como personas que no están obsesionadas con el sexo, manteniendo ese ideal de la fase 2. Ven además que esa imagen de soltero despreocupado corresponde solo con los más jóvenes. Incluso afirman que cuando quieren tener sexo esporádico, las mujeres deben sentirse cómodas con la idea.
Estos hombres también se quejan de que sus amigos casados piensan que están todo el día acostándose con mujeres, idea que estos solteros rechazan, como hemos visto. Incluso otros, los que tienen más de 50 años, no echan de menos tener relaciones sexuales y no sabían que iban a ser capaces de estar tantos años sin practicar sexo.
Curiosamente, la mayoría no da una cantidad exacta de con cuántas mujeres han estado, para no dar una imagen de «coleccionista de chicas», tan propia de la fase 1. Casi todos, salvo uno, rechazan la pornografía como válvula de escape a sus deseos.
Conclusiones
En este estudio se ha visto que estos hombres entrevistados han creado una narración de su identidad masculina de forma que encaje con el ideal social o estándares de masculinidad actuales. Y esto se demuestra mediante actos de hombría a través de las diferentes etapas de su vida adulta (como el hecho de acostarse con muchas cuando se es joven; casarse, ascender en el trabajo y tener hijos, cuando se es más mayor). Pero cuando envejecen se adaptan al ideal de madurez de nuestra sociedad (estén casados o no).
Por tanto, estas dos fases siguen en cierto modo vigentes en nuestra cultura occidental, pese a que estar soltero esté mejor visto que nunca. Este estudio demuestra que la madurez no llega cuando uno se casa, sino cuando se comprende que ser promiscuo no es el camino; en ese sentido, las dos fases se convierten en una moneda de dos caras donde hay que elegir entre ser un mono bonobo que está todo el día dándole al tema con los de su manada, o un agaporni inseparable de su pareja.
Y tú, hombre lector, ¿te identificas con alguna de las dos fases? Yo pienso que no todo es tan blanco o negro, como muchos temas en la vida. Opino que debemos ser también respetuosos con nuestras emociones y deseos y que no hay nada de malo en tener sexo casual. Lo que ocurre es que con la edad se aprende a saborear y disfrutar mejor de las experiencias y, por esa razón, no hace falta presumir de tío macho que se las lleva a la cama para demostrar que somos hombres. Por consiguiente, disfrutar de todas nuestras facetas de ser un hombre nos hace inteligentes y tener mayor salud mental, y el sexo es una de esas facetas que debemos satisfacer para ser personas completas y realizadas.
Referencias bibliográficas
- DePaulo, B. y Morris, W. (2005). Singles in Society and in Science. Psychological Inquiry 16:57-83.
- DePaulo, B. (2006). Singled out: How Singles are Stereotyped, Stigmatized, and Ignored, and Still Live Happily ever after. New York: St. Martin’s Griffin.
- Eck, B. A. (2014). Compromising positions: Unmarried men, heterosexuality, and two-phase masculinity. Men and Masculinities, 17(2), 147-172.
- Ehrenreich, B. (1987). The Hearts of Men: American Dreams and the Flight from Commitment. New York: Anchor.
- Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance. California: Stanford University Press.
- Kiley, D. (1983). The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up. New York: Dodd, Mead & Company.
- Kimmel, M. (2008). Guyland: The Perilous World Where Boys become Men. New York: Harper.
- White, K. (1992). The First Sexual Revolution: The Emergence of Male Heterosexuality in Modern America. New York: New York University Press.
- Zilbergeld, B. (1999). The New Male Sexuality. New York: Bantam.