En su cabeza era espectacular: ¿es bueno fliparse?

Asurancetúrix
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MUY BUENAS, SABIODISFRUTÓN. Sé que llevo tiempo sin escribir por aquí, lo que no quiere decir que haya dejado mis blogs ni mucho menos dejado de aprender cosas y, sobre todo, de vivirlas. Te debo una disculpa.

Hoy te traigo un tema al que le estoy dando vueltas últimamente (me suelo mover por mis pequeñas obsesiones que van y vienen y que alimentan mi curiosidad): el tema del optimismo ilusorio (véase Sánchez-Vallejo, Rubio, Páez y Blanco, 1998), exceso de confianza o, en términos coloquiales, fliparse demasiado o «en su cabeza era espectacular». La idea es ver hasta qué punto nos puede resultar útil en nuestra vida cotidiana para superar esos inevitables momentos de incertidumbre que nos hacen sentir inseguros.

 

es su cabeza era espectacular
Fig. 1. Famosa imagen de Pantomima Full convertida en meme.

 

Ser o no ser el Bardo
Para comenzar, la gente suele burlase de toda aquella persona que no sigue la norma social propia de cada cultura; ejemplo de ello es la famosa estampa de Asurancetúrix, el bardo de cómic Astérix, que siempre acababa atado a un árbol mientras los demás disfrutaban del banquete, ya que dicho personaje no era nunca consciente de lo estridente que resultaba su música y lo pésima que era su habilidad como cantante: era todo un «flipado» que se creía bueno en lo suyo. En cierto modo es verdad: es importante trabajar nuestra metacognición para no desentonar tanto en el plano personal como profesional. ¿Te imaginas a tu cirujano plástico como una persona con confianza arrolladora gracias a realizar un mero cursillo de manejo del bisturí en Coursera (no busques dicho curso, es un ejemplo ficticio)? ¿O a un colega que pretende llevaros a casa en coche un sábado noche tras tomarse tres whiskies con RedBull porque afirma: «Yo me conozco, está todo bajo control»?

 

Asurancetúrix2
Fig. 2. Asurancetúrix atado a un árbol (como en cada banquete).

 

Obviamente, ahí estamos ante un problema y, por supuesto, a dichas personas hay que hacerles ver la realidad. No obstante, sin caer en esos casos extremos, ¿no somos todos en ocasiones algo flipados con lo que queremos hacer, cuando somos creativos o tenemos ilusión por las cosas, sobre todo cuando somos jóvenes? Por ejemplo, te has parado a pensar de todos los graduados de tu promoción, ¿cuántas mujeres van a tener cáncer de mama en el futuro, cuántos conductores van a tener un accidente de tráfico, cuántas personas van a desarrollar una diabetes tipo 2, cuántas personas van a caer en alguna adicción o sufrir un trastorno mental a lo largo de su vida? Probablemente pocas personas habrán reflexionado sobre ello, incluso diría que eso rozaría el realismo de las personas con depresión; además de que no nos es útil ni nos ayudaría demasiado a tener autoestima, satisfacción vital ni esperanza.

 

Jueces «flipados»

¿Qué sería del mundo del emprendimiento si no estuviéramos algo flipados? Bien es cierto que las cosas no se pueden hacer a lo loco; por ejemplo, si tienes un proyecto en mente o una visión muy ambiciosa, tendrás que ponerte manos a la obra y crear tu propio plan, que por supuesto comenzará con tu primera meta asequible en consonancia con tus recursos propios y siendo consciente del riesgo de cada paso que das, además de aprender de los resultados que te aportan tus decisiones llevadas a la práctica. A eso me refiero con «ser un flipado» (parafraseando al humorista Ignatius Farray en su masterclass). Es decir, soñar manteniendo los pies en la tierra, escuchar a gente que sí ha conseguido resultados en lo que ambicionas, y no solo a los negativistas que nunca han hecho nada interesante con su vida. No digo que hagas oídos sordos de los demás, solo digo que escuches todos los puntos de vista y tomes tu propia decisión de forma responsable al igual que lo hace un juez; porque si algo sobra en esta sociedad son «abogados con sus queridos sesgos de confirmación» (parafraseando a Sternberg y Glück, 2021).

Desde el punto de vista científico, Sánchez-Vallejo, Rubio, Páez y Blanco (1998) concluyen en su artículo que aquellas personas con una mayor tendencia al optimismo ilusorio tendían a tener un mayor sesgo de invulnerabilidad («lo malo le pasa más a los demás que a mí») y que estas medidas son bastante estables en el tiempo gracias a los refuerzos positivos y apoyo social recibidos en su desarrollo vital (afectividad positiva).

Por otra parte, el optimismo ilusorio es una estrategia adaptativa ante situaciones amenazantes, a su vez podría implicar un mecanismo de negación de la realidad que, a la vez que reduce el estrés emocional que provocan los acontecimientos negativos o situaciones estresantes, puede reducir la probabilidad de que el individuo ejecute las conductas adecuadas para reducir el riesgo real que sobreviene al verse implicado en determinadas situaciones o contraer ya sea enfermedades como la covid u otras, ya que dichas personas no tienen en su repertorio conductual algunas habilidades de afrontamiento necesarias o no son conscientes de hasta qué punto algunas conductas pueden poner en peligro su salud o incluso su vida. Es importante tener esto en cuenta para no correr riesgos innecesarios (Sánchez-Vallejo, Rubio, Páez y Blanco, 1998).

 

Darse de cabezazos contra la pared

¿Cuándo sabemos si nos estamos obstinando en algo o, como se dice en Málaga, estamos siendo unos «marmolillos» con nuestras convicciones? Pues simplemente, cuando vemos que estamos dejando de hacer lo que realmente queremos hacer, cuando vemos la realidad de forma demasiado parcial, cuando dejamos de lado nuestras responsabilidades o cuando no estamos disfrutando de nuestro presente con tal de conseguir esas «victorias pírricas» que nunca llegan. Tienes que plantearte en esos casos si te está siendo realmente útil pensar así y si dicha manera de pensar está, sobre todo, en consonancia con tus verdaderos valores, no lo que nos incrusta esta sociedad «políticamente correcta». Ese malestar en la cultura.

Conclusión

En suma, esto de saber si hacer caso a ese «yo espectacular» que nos motiva tanto es sano o no es todo un arte: comernos esa pasta al dente requiere experiencia vital y conocimiento de lo que estamos haciendo; no es algo que se consigue de la noche a la mañana. Así que cultiva tu criterio, responsabilízate de las consecuencias de tus decisiones y supervisa si los resultados que obtienes te acercan o alejan de quien quieres ser realmente (tu yo ideal). Y, lo más importante, mientras estás en ese proceso, no te olvides de tus ratos de ocio, de tu gente, de tu familia ni de tus responsabilidades; disfruta de tu vida mientras sigues avanzando hacia tus ambiciones. Practica el sabio placer.

Referencias bibliográficas

  • Sánchez-Vallejo, F., Rubio, J., Páez, D. y Blanco, A. (1998). Optimismo ilusorio y percepción de riesgo. Boletín de Psicología, 58(3), 7-17.
  • Sternberg, R. J. y Glück, J. (Eds.). (2021). The Psychology of Wisdom: An Introduction. Cambridge University Press.

Imágenes: Pantomima Full, SeekPNG. Fig. 2.

 

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